Un arcón de madera espera en el vestíbulo, que separa dos de los tres apartamentos. Esta allí, contemplando como pasa la gente, unos abajo otros arriba, pero todos contentos. A su lado estan las escaleras que en caracol llevan hacia el apartamento de arriba.
Un par de vigas restauradas y colocadas en “T” dividen inteligentemente la sala en dos espacios, como esas casas que ahora llaman lofts, pero donde las piedras de las paredes y la madera de la mayoría de los muebles se dan la mano para formar un conjunto armonioso, acogedor y perfecto.
Una de las zonas es de descanso, con el sofá, la mesita la chimenea y televisión. A su lado, una gran mesa de madera donde poder disfrutar de una comida de pueblo, de buenos caldos y buenas carnes que hacen pasar la vida más alegremente. El reflejo da de lleno en esta esplendorosa mesa.
La luz entra gozosa por las ventanas de la habitación para iluminar sus rincones, y es que en un sitio así, nada debe pasar desapercibido, ni siquiera la cocina, incorporada en la sala, a la que adorna y acompaña, cocinera de excelentes guisos de patatas de la huerta, de borraja, de cordero, todos buenos, y es que en el pueblo siempre sabe mejor la comida.
En la habitación las vigas de madera nos acompañan por todo el techo. Es una habitación tremendamente amplia, con una cama que no desmerece, acompañada de unas lámparas donde la forja se hace patente. Un arco de medio punto situado en la pared tiene un escritorio. Encima de él, un espejo para mirarse y darse cuenta que, aunque parezca mentira, esto no es un sueño.
Al lado de la ventana se encuentra una peana (esos viejos muebles con una palangana y un espejo para poder lavarse por la mañana). Desde la ventana se puede abrazar el cielo de Orihuela, con sus casas, su magnífico bosque de pinos, procedentes de los Montes Universales, y el Santuario de la Virgen del Tremedal en todo lo alto.
Capacidad: 2 personas
Equipamiento: Microonda, menage de hogar y lencería, chimenea, calefacción centralizada.